Probablemente, el rasgo que más caracteriza a los belgas es el anarquismo pacífico, producto de que la región ha sido continuamente ocupada por potencias extranjeras, que van desde los romanos a los españoles, los austriacos, franceses, neerlandeses y alemanes.
Tal vez el mejor ejemplo queda reflejado en la famosa figura literaria de Thyl Uilenspiegel, que se burló de las autoridades españolas durante la ocupación del siglo XVI.
Gobernar este país es un asunto complicado, principalmente porque se manejan 3 idiomas, francés, flamenco y neerlandés. En la práctica, la diferencia entre flamencos y neerlandeses se puede comparar con las diferencias que se presentan entre el inglés británico y estadounidense.
A pesar de todo esto, Bélgica, desde la Edad Media, ha sido una de las regiones más ricas y desarrolladas del mundo. Basta con mirar las iglesias históricas, los ayuntamientos, las obras de arte. Un siglo y medio antes de la Primera Guerra Mundial, Bélgica fue la cuarta potencia económica mundial.
A los belgas les hace falta eso sí, una imagen que los identifique en el extranjero, porque cuando se habla de Suiza, por ejemplo, se relaciona el país inmediatamente con relojes, montañas y bancos. Holanda se relaciona con tulipanes, quesos y molinos de viento. Por la diversidad del paisaje belga, es también muy difícil dar con un solo símbolo que los identifique.
Lo que sí tienen todos los belgas en común, es que aman la buena vida, que se relaciona a la buena comida y bebida, a la vivienda cómoda, la atención médica fiable, los servicios sociales y la desarrollada infraestructura en telecomunicaciones.
Los belgas no son clasistas, ni hacen tratos especiales considerando las distinciones que se generan en los diversos estratos sociales, Allí, todo el mundo tiene derecho a ser tomado en cuenta, a educarse y vivir dignamente. Esta filosofía igualitaria es la que ha permitido a Bélgica tener el menor porcentaje de personas pobres en el mundo.