EL CASO VALÓN
Todas las reivindicaciones de Flandes han irritado a los vecinos del sur, pero aunque los valones están cansados de ser considerados los parias belgas, continúan agrupándose al Estado federal que rechaza la independencia flamenca ya que el sur del país no es viable como Estado independiente para la ampliada Unión Europea.
«La región de Valonia va mal, muy mal», confesó un responsable político del sur que prefirió ocultar su identidad.
«Está a la cola de Bélgica y sufre enormes disensiones internas y una ausencia total de cohesión regional», añadió.
Las estadísticas sitúan a los valones en un 33 por ciento de la población total belga, pero sus contribuciones no superan el 23,7 por ciento de la riqueza producida en el país.
El grueso de las exportaciones es para Flandes, con un 80 por ciento sobre el total y el nivel de educación sitúa a los flamencos por delante, con un 37,3 por ciento, seguidos de un 25,8 por ciento en Valonia y un 21,5 por ciento en Bruselas.
«A pesar de todo, la población del sur del país ha cambiado y está desarrollando un sentimiento antiflamenco relativamente inédito.
Los valones consideran evidente que Flandes ha empezado su camino hacia la independencia y que nada podrá pararlo», afirmó Vincent de Coorebyter, director del Crisp.
LA ESCISIÓN EN BRUSELAS
En esta lucha interna entre norte y sur, Bruselas queda en el centro aislada de unos y otros.
La capital está rodeada de territorio perteneciente a Flandes pero la mayoría de su población es francófona.
«Bruselas es la única capital europea que sufre las rivalidades entre el centro y la periferia, pero sin ella Flandes y Valonia serían desde hace años dos Estados independientes», observó De Coorebyter.
Los valones han establecido en Namur la sede de sus instituciones restando protagonismo a la capital, mientras los flamencos amenazan con asfixiarla económicamente si no cumple las exigencias que la demandan.
Por otra parte, la capital belga, también capital europea, es otro elemento de lucha para los dos bandos.