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El punto de partida de una visita a la ciudad podría ser la imponente Grand Place, con sus edificios gremiales y el Ayuntamiento. Paseando por las calles más turísticas llegarás a la legendaria estatuilla del Manneken Pis, el niño que hace pipí.

Los camareros de la mítica Rue des Bouchers te intentarán atrapar para cenar en una de sus terrazas, pero podrás relajarte del bullicio en las Galerías de St Hubert, las primeras galerías comerciales cubiertas de Europa, o en el interior de la Catedral de San Miguel y Santa Gúdula, famosa por sus vidrieras.

Siguiendo con una ruta a pie, puedes encaminarte hacia la Zona Alta pasando por el Sablon, un delicioso barrio conocido por sus mercados y tiendas de antigüedades, sus chocolaterías y callejuelas.

Muy cerca se encuentra el Mont des Arts, con los Museos de Arte Antiguo y Moderno, la Biblioteca y el Palacio Real.

No pierdas de vista el Museo de Instrumentos Musicales.

Se trata de los antiguos almacenes Old England, construidos en hierro y cristal en estilo Art Nouveau.

Vale la pena la vista desde el restaurante situado en la cúpula. Aunque la mejor vista panorámica se aprecia desde el mirador del Palacio de Justicia.

Para volver a la Zona Baja, toma el ascensor de la calle.

Te llevará hasta les Marolles, el barrio más tradicional de la ciudad, donde se celebran los famosos «marché de puces» o rastrillos.

Si tienes tiempo, aprovecha para llegar hasta los barrios de Ixelles o Saint Gillis.

En ellos encontrarás numerosos edificios Art Nouveau y Art Déco, movimientos artísticos que tuvieron gran impacto en Bruselas gracias a su principal representante, Víctor Horta.

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